martes, 9 de septiembre de 2014

Las pisadas en la yerba de Virginia Woolf

Virginia Woolf






To Mirentxu with love




Ayer comí una manzana en casa de Virginia Woolf, una manzana medio dulce y medio ácida robada en su jardín,  luego recorrí sus huellas, su casa, sus cuadros, su escritorio, los gobelinos, las mariposas detrás del cristal, libros amontonados en las esquinas del salón, junto a la chimenea y fui a la cabaña en el jardín donde escribió Las Olas, 


La muerte es el enemigo. Es la muerte contra la que cabalgo, lanza en ristre y melena al viento, como un hombre joven, como Percival cuando galopaba en la India. Pico espuelas. ¡ Contra ti me lanzaré, entero e invicto, oh Muerte! 

Las olas rompían en la orilla¨ 

  ¨Death is the enemy. It is death against whom I ride with my spear couched and my hair flying back like a young man's, like Percival's, when he galloped in India. I strike spurs into my horse. Against you I will fling myself, unvanquished and unyielding, O Death!  
                                
                                 The waves broke on the shore 

Había  flores, hortalizas,  cebolletas, remolachas, tomatitos, árboles antiguos y  dos hamacas a la vieja usanza para Leonard y para ella, siempre dos. Dos hasta el final. 

Leonard, la razón pura. Virginia una sensibilidad dolorosa buscando incansable en ella misma el sentido de la vida. Sus personajes al borde del vacío depositando de lado lo insignificante, desnudando banalidades y subterfugios, yendo a lo profundo de la duda quizá persiguiendo la luz del faro de Godrevy en los acantilados de St. Yves en Cornwall, a lo mejor precipitándose al abismo que tanto amaba que tan fatalmente la atraía.


from Virginia to Leonard Woolf


Querido: Siento con absoluta seguridad que voy a enloquecer de nuevo. Creo que no podemos pasar otra vez por una de esas épocas terribles. Yo sé que esta vez no podré recuperarme. Estoy comenzando a oír voces, y me es imposible concentrarme. Así que hago lo mejor que puedo hacer. Tú me has dado la máxima felicidad posible. Has sido en todos los sentidos todo lo que uno puede ser. No creo que haya habido dos personas más felices que nosotros, hasta que ha venido esta terrible enfermedad. No puedo luchar más. Sé que estoy arruinando tu vida, que sin mí tú podrás trabajar. Sé que lo harás, lo sé. Ya ves que no puedo ni siquiera escribir esto adecuadamente. No puedo leer. Lo que quiero decir es que te debo a ti toda la felicidad que he tenido en mi vida. Has sido totalmente paciente conmigo e increíblemente bueno. Quiero decirlo — todo el mundo lo sabe. Si alguien hubiera podido salvarme ese alguien hubieras sido tú. Ya no queda en mí nada que no sea la certidumbre de tu bondad. No puedo seguir arruinando tu vida durante más tiempo. No creo que dos personas puedan ser más felices de lo que lo hemos sido tú y yo.


Ayer como entonces era una día luminoso. Acaricié el árbol que guardaba entre sus raíces  hasta que una tormenta lo derribó,  las cenizas de Virginia. Woolf. 
Ahora están debajo de su busto en el jardín a la sombra de un olmo.

Supe que escribía con plumas de punta de acero, que era sibarita a la hora de elegir el papel,  como yo; o yo como ella.

Esculturas bellísimas habitan el jardín de Monk´s House en Rodmell, casi todas creadas por  Duncan Grant o Quentin Bell.   

A veces se oyen pisadas en la hierba, voces inconformistas entre los manzanos, risas; de repente aparecen sombras luminosas de los Cambridge Bloomsbury.  
En Monk´s  House hay mucho más de lo que se ve.  Hay lo que penetra sin querer. Lo que sé que no desaparecerá de mi sentir nunca.
La miraba, los miraba con la certeza de que sus carcazas esculpidas murmuraban palabras al viento, códices, íntimos secretos.
Así pensaba ayer allí mismo, en un tiempo melódico superpuesto, mientras Miren y Nelson detrás de Leonard, trataban con ahínco y gesto desaprobatorio que no robara las manzanas de Virginia Woolf. 
Hubiera sido locura ignorar la ofrenda de mi anfitriona. 
Hay trenes que no se pueden dejar escapar. 

Sólo fue una y la mordí con fe ciega, segura de estar celebrando con ella su resurrección. 

No quise ir al rio Ouse, ni verla desaparecer en el agua. 

Prefiero recordar su carta de amor a Leonard que las olas mecerán eternamente. 


           



 Against you I will fying myself, unvanquished and unyielding, O   Death!”
                        
“¡Contra ti me arrojaré, invencible y firme, Oh Muerte!”  

(Virginia Woolf )


Fragmentos de Las Olas ( The Waves ) 
Carta a Leonard

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