jueves, 29 de junio de 2017

Pensamiento fugaz


Edward Burne-Jones

Una noche sin darse cuenta pensando en algunas cosas se le apagó la sonrisa, como cuando se apagan las luces de repente, y queda la sensación de estar perdidos en la doble oscuridad, como si nunca hubiese existido la claridad. Como si ...
Se levantó de la cama de un salto y corrió al espejo al fondo del pasillo inventando muecas de alegría. Se rió a carcajadas pero el eco le devolvió un sonido ajeno. No era su voz sino el ruido corrientoso que reverbera dentro. Semejante a flotar en el liquido amniótico.
Si alguien la hubiera visto creería que intentaba bucear en la memoria remota hasta alcanzar lo sepultado.
No son horas de mirarse al espejo pensó, no son horas.
Regresó rápida a la habitación y abrazó a su marido que dormía. 
Nada. No pasa nada. Nada fatal pensándolo bien, murmuró para sí misma arrastrando las atropelladas palabras que surgían sin voz igual que en las pesadillas; cargadas de silencio.

Nada…  todo está bien… normal… como el latido apacible del corazón de Eddy.
Nada pasaba de qué sobresaltarse.
Un simple pensamiento, una visión  fugaz de medianoche delante del espejo.

Únicamente.


domingo, 11 de junio de 2017

Hojas de bohemia


Hojas de bohemia



Me acabo de acordar de que el 11 de Junio de 1969, es decir  hace  un montón de años, llegué a estos lares que me quisieron, a quienes quiero con amor profundo.
Aparecí  creyendo que los Mohawk corrían a caballo todavía por las praderas que mi casa aquí sería como cantaba Connie Francis: “  una casita chiquitita en Canadá, con un estanque y flores…”

La realidad fue muy diferente, ni estanque ni flores. Hacía un calor espantoso,  creí morir del sofocón nada más aterrizar.
Para el viaje me vestí a gusto de mi madre de Bilbaina vertical y cosmopolita, estilo invierno; traje de chaqueta de tweed, botas y gabardina.
Me fui quitando ropa en el aeropuerto de Dorval, que ahora se llama Pierre Elliot Trudeau, hasta que  prácticamente  me convertí en Eva al desnudo.

La estadía aquí iba a ser por poco tiempo en principio; dos años máximo.
Mi primer marido, cirujano del corazón, vino a especializarse con Pierre Grondin en el Instituto de Cardiología de Montreal. Por eso estoy aquí. 
Mejor dicho por eso vine. 
Pierre Grondin era junto con Christian Barnard el único cirujano que hacía transplantes.
Cuento corto de historia larga, después no le dejaron marchar. 
Ha hecho de su profesión un Arte.

En Montreal han nacido  mis tres hijos y cuatro nietos. La quinta nieta es Británica. 
Y aquí sigo con cero ganas de marchar a ningún  sitio que no fuera Escocia, Gales.  
Cornwall donde nos esperara Merlin. 
¿Existirá Camelot? 
Y por supuesto iría a Brighton ayer mejor que mañana.

Como iba contando, en aquel tiempo, al principio ejercí de esposa, madre y anfitriona pluscuamperfecta; me felicitaba mucho la familia, oh dios .
Conocí personajes de toda índole. Mi vida social agitada sería  herencia de mis padres supongo .
Mi casa era  una Embajada a veces, un Consulado otras. Doy fe.
Era de verdad Naciones Unidas.
Tenía sus inconvenientes pero me encantaba la bohemia y hacer de las noches días. 
Siempre había alguien interesante en casa. No me cansaba nunca. 
Mis hijos lo pasaban genial. Todavía se acuerdan. Nunca les dije, no rompas,  no estés, o pórtate bien. Nunca. Cuando Lourdes y yo les metíamos a la cama, bajábamos con los demás para jugar al Mús, al ajedrez, al poker. A lo que fuera con tal de quemar la vela por los extremos. 
Fumaba, tomaba champagne no diré como quien bebe agua, pero casi; mi padre traía de Bilbao, especialmente para mí cajas y cajas de Royal Carlton. Y venía verme por los menos dos veces al mes durante más de veinte años. Hasta que murió. 
Era encantador; una persona muy especial.  
A lo que iba.
Recuerdo que uno de los ilustres personajes que habitaron mi casa con frecuencia, un hombre simpatiquísimo por cierto, mundano, gracioso, apareció acompañado de su esposa y una doncella. Temprano por la mañana les llevaba a los tres  a misa y a comulgar.  
A la tarde le gustaba que le acompañara a ver películas porno. No olvidaré El Bolero de Ravel, rue Ste. Catherine. En la pantalla todo pasaba en sombra detrás de una sábana que iba cambiando de color. Aquel Bolero largo de por sí, fue interminable. 
Me dormí. Abrasaba la tarde.

Hoy igual que entonces hemos llegado a treinta y ocho grados  centígrados.
Es el único parecido.
Mis hijos son padres. La tribu es grande y bonita. Llega hasta Inglaterra. Mundaka. Chile. New York.
Estoy dichosamente casada hace 30 años con Nelson Villagra, 
Y yo al fin sé que puedo ser imperfecta. 
Begoña, sin más. 
Ahora muchos años más tarde del 11 de Junio de 1969, lo recuerdo como si estuviera viendo una película protagonizada por actores desconocidos.  

El silencio de la nieve limpia el alma.

Los colores sin fin del Otoño Mohawk se apoderan del sentimiento.

Quoi d´autre?

Oui ! Québec je me souviens!

sábado, 10 de junio de 2017

Polaroid






Ayer un amigo virtual me dejó un mensaje en FB, en el que preguntaba a bocajarro y con sorna ... “ … pero tú qué haces; escribes y escribes, escribes lo que te da la gana… pero qué exactamente”.
Podría haberle mandado a freír espárragos, me molestó su tono, su cómo.
Soy muy sensible al Cómo.

No sé respondí al cabo de una hora  de aporrear teclas, de borrar y escribir y tachar lo escrito.  

Escribo. Escribo. Escribo como muy bien dices. Escribo.
A lo mejor soy una Polaroid y lo único que hago son instantáneas con las palabras, similares a las que hacía con mi vieja cámara cuando apretaba el obturador y por una ranura poco a poco aparecía una  fotografía a medio hacerse, a medio secar, y una vez fuera, bonita o desenfocada rara vez coincidía con lo que mis ojos habían visto. Qué importa. A la postre virtual amigo,  el gusto o el rechazo es cosa tuya, no mía, le dije.

Fin del mensaje, sin emoticón ni chanfainas

Durante largo rato, tanto que casi paso la noche en blanco, me quedé reconsiderando   la violencia de algunos silencios,  la inutilidad de excesivas palabras. Sentí que no queda ya  tanto tiempo como antes, cuando era inmortal por definición y podía seguir escribiendo sin fecha de caducidad.

Muchas veces desde la Terraza de los Piratas  veo los barcos capear el temporal soltando lastre a la altura de Izaro. Aparecen  y desaparecen entre  olas vertiginosas de una mar desencadenada y la ansiedad por volver a ver a proa se parece a la mía, en el vaivén del tiempo.  

Aproveché el momento de catarsis anoche para rellenar la mochila de disparates, de tropezones, de actos fallidos, estragos de la ignorancia consciente, de errores, de vanas intenciones, oquedades del alma,  de farsa frente al espejo, de las palabras que escatimé, y las que callé por miedo o por mezquindad, de murmullos y de ausencias, de la arrogancia y de la necedad.  La memoria guarda huellas lacerante en  la quietud de la noche cuando la sangre se precipita. Sangre que inunda y se instala entre las sienes al compás de las horas. Espectral y sin contemplaciones aparece entonces gastada por las mareas la foto Polaroid a medio secar,  de mi propia vida.


“ tête à tête “ con Nelson Villagra Garrido para La Revista CineCubano

Nelson Villagra Garrido  ( El Conde ) en  La Última Cena,  de Tomás Gutiérrez-Alea Tomás Gutiérrez-Alea  Nelson Villagra Garrido es chillane...