Es Otoño junto al lago ST. Louis. Poco a poco aparece la noche. Hay
ráfagas de viento otoñal que sacuden los árboles casi desnudos ya de casa dibujando sombras caprichosas en la
ventana. Las ardillas saltan de rama en rama, imparables desafiando el vértigo,
buscado guarida. Al verlas tan atrevidas
recuerdo a Dolly la oveja creada por Ian Wilmut y Keith
Campbell del Instituto Roslin de Edimburgo en Escocia.
Nació el 5 de Julio de 1996 pero su nacimiento no lo anunciaron
hasta siete meses más tarde. Fue el único cordero resultante de 277 fusiones de
óvulos anucleados con núcleos de células mamarias.
Dolly vivió siempre en el Insituto Roslin donde fue cruzada con un
macho Welsh Mountain y tuvo seis crías. Bonnie, las mellizas Sally y Rosie, y
un tercer parto de trillizos Lucy, Darcy y Cotton. Pensé durante mucho
tiempo, años, en ellas. Nunca las he olvidado.
Las ovejas me sublevan. No se defienden. Obedecen a ciegas. Son manjar
de los lobos. Van en rebaño al matadero. Sin balar.
Esta noche desde las entrañas de Dolly veo el Cristo de Dalí oscilando en las tinieblas.
Me arrodillo delante del ordenador y rezo como
si la cruz me escuchara.
Serán temores. Será necesidad de vaciar
la conciencia. Serán sobresaltos.
Qué importa.
Sobresaltos. Caer. Levantarse. Dudar.
No aferrarse lo absoluto.
Echar a la papelera lo que no puedo cambiar. Lo que se
escapa . El tiempo que se escapa.
Discrepo hasta los cimientos de la verdadera finalidad de Dolly. De
todos los clones. De todas las ovejas. De al obsecuencia de los corderos.
Hamlet dice : To be, or not
to be.
Noto que me estoy poniendo densa y no conviene a estas horas tardías.
Prefiero que entre beso y beso le pida a Nelson que me cante con
voz queda una vieja tonada-vals Chillanejo tan bonito
que dice: “Ya me voy ya me lleva el destino, cual la hoja que el viento arrebata,
ay de mí
tú no sabes ingrata, lo que sufre mi fiel corazón…”