jueves, 10 de febrero de 2011

La Inmortal. To my father.

               La inmortal Adolf Anderssen - Lionel Kieseritzky Londres, 1851 Gambito de Rey






Mi padre aprendió tan noble arte durante " las sacas "  esperando el fusilamiento al amanecer en la prisión de Cartagena 1937-38. 
Era  prisionero de guerra y fue condenado a muerte en plena Guerra Civil Española. 
Su crimen era ser vasco y nacionalista. 
Durante un año jugó todos los días partidas inconclusas. Mortales.
Cuenta en sus Memorias que al otro lado de la celda estaba el paredón donde retumbaban las descargas de los fusiles. Así noche tras noche se iba quedando con el tablero y el último abrazo del compañero.
Fue  un hombre sin rencor ni resentimiento, enamorado de la vida, inteligente, íntegro. 
Summa cum magna en mundología ganada a pulso a lo largo de su rocambolesca vida. 
Nunca buscó honores ni  aplausos. Daba a manos llenas cuando tuvo y cuando no tuvo tanto. 


Me enseñó,  sin despliegue de prédicas, a rebotar cuando se toca fondo, a echar a la papelera lo que no sirve, a cerrar la puerta cuando hay que cerrarla sin mirar atrás.
Aprenderás  dijo grandes lecciones de vida; ganar o perder con el alma tranquila. 
A esperar sin temor la próxima partida.
Jugó campeonatos varios. Decían que era imbatible. 
Le gustaba sobre todo competir con su gran amigo Alberto Iñiguez de Onzoño y  Don Urbano, maravillosa persona, párroco de un pueblito en la provincia de Salamanca. Ambos auténticos campeones. Hacían de las noches días. Absortos. 


Gran honor es aprender a perder en el más noble de los juegos decia my father.


Begoña, preguntaba el pícaro, en qué cuadro prefieres el jaque mate. 

Le hubiese podido saltar a la yugular ... 
A la postre el desafío era aprender  a mantener la calma. 
Siempre jugué para ganar sin conseguirlo. Tuvimos desde el principio el compromiso de que no me regalara jamás una partida. Así fue. Diríase que podía jugar con los ojos cerrados. Fascinante. 
Cumplió a rajatabla su compromiso de honor conmigo de no regalarme la partida. Nunca.

Cuando viajó por última vez a Montreal trajo su pluma, el ajedrez de toda la vida y las Memorias escritas a mano en euskera y en castellano. 

Recuerdo a mi padre  sonriente frente al tablero en su caserío de Mundaka mirando la mar. 
Guardo su diario, escribo con su pluma, y procuro reírme de lo que se reía.
Ahora entiendo porqué tanto escepticismo político porqué tanto desencanto.
Ahora entiendo porqué callaba y sonreía  cuando tantos pontificaban.
Ahora entiendo porqué era un hombre sin miedo.
Ahora entiendo todo lo que no  puedo nombrar.
Y también entiendo que no importa.

Hay veces que juego al ajedrez una partida imaginaria e Inmortal con mi padre.



“ tête à tête “ con Nelson Villagra Garrido para La Revista CineCubano

Nelson Villagra Garrido  ( El Conde ) en  La Última Cena,  de Tomás Gutiérrez-Alea Tomás Gutiérrez-Alea  Nelson Villagra Garrido es chillane...