Mientras anochece oscila al ritmo de las mareas que suben y bajan que se atraen y se repelen con la misma fuerza. La mar, que de tanto soñarla se ha convertido en sombra. El cielo se está cubriendo de nubarrones gris marino. El color cambiante perdura en la retina. El salitre de las olas perfuma el Balcón de Los Piratas donde todos se reencuentran al final del día. Podría decirse que es un gran angular sobre el Cantábrico, al alcance de la mano, una fortaleza. Una cuna. No sabe lo que estarán pensando los demás mientras Ella escribe. Sonríen cuando los mira. Contaban sus padres que los cimientos de esa casa llegan hasta las peñas milenarias de Errandosolo.
Falta poco para la pleamar. Las algas juegan con las olas trayendo y llevando secretos entre las dos. Por un instante deja de escribir para mirar Izaro, isla amada de Francis Drake.
Las gaviotas la envuelven y se deja invadir. Dentro de poco la abandonarán para ir a dormir al tejado cubierto de musgo. Entonces Ella regresará al pasado al columpio de flores con sus hijos, a la vieja máquina de escribir, a las Memorias de su padre. A la soledad profunda.
Mientras escribe las olas saltan bañando las peñas de Errandosolo desde el abismo que las contiene.
De todo eso está hecho el laberinto de las ausencias.
Falta poco para la pleamar. Las algas juegan con las olas trayendo y llevando secretos entre las dos. Por un instante deja de escribir para mirar Izaro, isla amada de Francis Drake.
Las gaviotas la envuelven y se deja invadir. Dentro de poco la abandonarán para ir a dormir al tejado cubierto de musgo. Entonces Ella regresará al pasado al columpio de flores con sus hijos, a la vieja máquina de escribir, a las Memorias de su padre. A la soledad profunda.
Mientras escribe las olas saltan bañando las peñas de Errandosolo desde el abismo que las contiene.
De todo eso está hecho el laberinto de las ausencias.