sábado, 19 de diciembre de 2020

“ tête à tête “ con Nelson Villagra Garrido para La Revista CineCubano

Nelson Villagra Garrido  ( El Conde ) en  La Última Cena,  de Tomás Gutiérrez-Alea

Tomás Gutiérrez-Alea 



Nelson Villagra Garrido es chillanejo hasta la médula, cubano de corazón, canadiense por esas cosas del sentimiento. Mejor actor de Chile del siglo XX, según sus pares y el público a través del tiempo. Inolvidable Randal de Lenta danza hacia el patíbulo, de William Hanley. Premio en San Sebastián 1979 a mejor actor por Prisioneros desaparecidos, de Patricio Castilla. Así, un camino plagado de premios y nombradías en 68 años de teatro, cine, radio, televisión.


En Cuba siguen diciendo que eres cubano. «Nelson Villagra es nuestro, nuestro hermano. Nuestro actor»¿Qué sientes ante semejante declaración de amor?


Deseo comenzar enviando un saludo a Roberto Smith de Castro y al Festival Internacional de Cine de La Habana, que ha sido un permanente estímulo para el cine regional y mundial, y que este año se realiza con algunos cambios por la circunstancia de la pandemia. Respondiendo a tu primera pregunta, siempre me sentí muy integrado al pueblo cubano. Durante los 10 años que viví en Cuba, debido a mis trabajos como actor en varios filmes, los espectadores pensaban que era cubano. Mis amigos conocían mi integración auténtica con la Revolución.

Qué recuerdo tienes de Tomás Gutiérrez Alea como persona.


Tomás, Titón, tenía un carácter particularmente afable, y sin que hiciera el menor aspaviento percibías su lucidez intelectual desde el primer momento. Así como su proverbial modestia.

 

Qué significó para ti como actor trabajar con él.

 

Antes de trabajar con Titón contaba con mi admiración como director de varios filmes, y manteníamos una cordial amistad, que se acrecentó y consolidó mientras trabajamos en La última cena.

 

Háblame de ti y de Cristo, el conde español implacable, brutal, sacrílego que sienta a su mesa a doce esclavos negros a guisa de los 12 apóstoles.


Para mí probablemente sea la película estéticamente más depurada en la cual haya trabajado. Además de lograr una denuncia muy fuerte en contra de la manipulación del poder, el personaje del conde me planteó un verdadero desafío artístico. Sin embargo, durante el rodaje Titón supo crear tal concordia y espíritu colectivo en el equipo artístico y técnico que logró justamente eso, que me sintiera uno más en el equipo, y que se desvaneciera mi responsabilidad protagónica. En cuanto a Cristo, preocupación central de mi personaje, me gusta cuando algunos teólogos le quitan exceso de misticismo y lo humanizan. Percepción que no comparte el conde, quien utiliza a Cristo como potencia manipuladora. De manera que su vehemencia religiosa debía ser ostentosa y en apariencia emocionada.

Qué recuerdo tienes de Tomás Gutiérrez Alea como persona.

Tomás, Titón, tenía un carácter particularmente afable, y sin que hiciera el menor aspaviento percibías su lucidez intelectual desde el primer momento. Así como su proverbial modestia.

Qué significó para ti como actor trabajar con él.

Antes de trabajar con Titón contaba con mi admiración como director de varios filmes, y manteníamos una cordial amistad, que se acrecentó y consolidó mientras trabajamos en La última cena.

Háblame de ti y de Cristo, el conde español implacable, brutal, sacrílego que sienta a su mesa a doce esclavos negros a guisa de los 12 apóstoles.

Para mí probablemente sea la película estéticamente más depurada en la cual haya trabajado. Además de lograr una denuncia muy fuerte en contra de la manipulación del poder, el personaje del conde me planteó un verdadero desafío artístico. Sin embargo, durante el rodaje Titón supo crear tal concordia y espíritu colectivo en el equipo artístico y técnico que logró justamente eso, que me sintiera uno más en el equipo, y que se desvaneciera mi responsabilidad protagónica. En cuanto a Cristo, preocupación central de mi personaje, me gusta cuando algunos teólogos le quitan exceso de misticismo y lo humanizan. Percepción que no comparte el conde, quien utiliza a Cristo como potencia manipuladora. De manera que su vehemencia religiosa debía ser ostentosa y en apariencia emocionada.

La última cena. Tomás Gutiérrez Alea
La última cena (Tomás Gutiérrez Alea).


Rebobinando cinta… ¿Te importa más el proceso creativo o la obra terminada?

El proceso, sin duda, en eso consiste mi placer, mi deleite.


Si pudieras elegir, ¿preferirías el aplauso sonoro o el silencio que nace de la emoción profunda?

Cuando las palmas baten luego de segundos de silencio, es el mejor aplauso.


¿Qué queda en Nelson de los personajes que has representado en el escenario o en el cine?

El placer de los instantes de creación, y una mayor aproximación a la condición humana.


¿De dónde sale el carisma que distingue a un actor excelente de uno incomparable, según yo, tú?

Es un misterio, y es mejor que así continúe. Felizmente, saberlo todo es imposible.


Qué otra pasión tienes además del cine.

La lectura, diversa.


¿El clavecín bien templado?

Bach, me encanta.


¿El espíritu o la materia?

La materia, misteriosa, indomable.

miércoles, 2 de diciembre de 2020

Sus pechos cántaros de miel

 

 

 

 

No hacia ni frio ni calor ayer al anochecer. Quedamos en el Vieux Montreal.

Estás fantástica dijo al verme. Tú también dije yo. Sonreímos sabiendo que mentiamos las dos que el tiempo había dibujado profundos surcos en nuestro rostro.

Cenamos codornices al cognac con verduras acarameladas. De postre peras a la Belle Hélène y escoceses con mucha espuma que al final queda en los labios. 

Hablábamos y hablábamos,  tête-a- tête champañoso como siempre entre Marie y yo. 

Tanta vida vivida, tantas  cosas, tanta gente. Momentos. Logros. Desastres. Sofocones. 

Risa recordando una noche célebre. Una noche delante de Pierre su ex-marido, Marie en pleno arrebato patriótico-cultural-vengativo dió el campanazo . Y qué campanazo estimado publico, qué campanazo.


Pierre en aquel entonces era un político carismático notable en el país. Ella le quiso y no le olvida. Se divorciaron. No han vuelto a casarse. Viven en estado de enamoramiento del amor creo, no lo sé, imagino. Siempre hemos sido muy amigos. Una vez le apeteció seducirme. Él era así. No pudo y no quise. Fue tan sutil su gesto, tan galante. Quedó suspendido en la liviandad del aire. Nunca más insistió ni yo me dí por aludida del intento. Permaneció durante algun tiempo atisbos de sensual  alborozo cada vez que coincidíamos. Nada más. Hay trenes de los que es preferible bajar en marcha. Después nos hemos encontrado en diferentes circunstancias políticas, sociales, artísticas. Caseras. Cualquier ocasión ha sido buena para celebrar y abrazarse un poco. Zarandeos burbujeantes sin más para no olvidar la ternura.

Marie is a one woman show. Múltiple. Psicóloga, pianista, actriz; todo lo hace bien. No ha tenido hijos ni pareja estable. Quebecuá profunda. Dice lo que siente y trata de no callar lo que piensa. Es graciosa sin esfuerzo y muy cálida. Largo introito para contar al fin lo que tanto celebramos anoche ella y yo.  

No importa que lo publiques, si ça te fait plaisir ! dijo. Nunca diré quién es.  No importa. Cosas entre amigas. Ha pasado mucho tiempo desde entonces.  

Marie tiene tetas con ritmo y puede manejarlas a su antojo; las hace girar, por ejemplo. Hace círculos con ellasEs uno de sus talentos.

Llevaba un vestido de seda azul real a media pierna de magnífica caída, muy simple, pegado al cuerpo. Fue precisamente celebrando el triunfo electoral del Partido. Dió una gran fiesta en su casa, abarrotada de amigos donde estaba por supuesto el futuro Primer Ministro. Entrada la noche quién más quién menos hacía sus gracias.

Sin decir agua va,  Marie, cual vestal, se plantó en lo más alto de las escaleras de nogal, labradas.  Levantó la copa de champagne y empezó a descender  estilo Gloria Swanson en  Sunset Boulevard; lenta, magnífica haciendo danzar sus tetas, luciendo pezones tersos, acercándose juguetona y pulposa al candidato cuyo nombre no nos importa, se acercó y se acercó hasta que estuvo a un palmo de él. Nunca olvidaré cómo la miraba,   poema sin palabras.

Marie enfundada de azul quebecuá medio recitaba medio murmuraba  una famosa canción de Pauline Julien que dice, 

Ce soir j'ai l'âme à la tendresse

Tendre tendre, douce douce

Ce soir j'ai l'âme à la tendresse

Tendre tendre, douce douce


Los pechos apoteósicos de Marie apenas cubiertos, a la altura de la boca del Candidato, danzaban de verdad, sin trampa, libres, exultantes haciendo círculos excéntricos y concéntricos. Una fábula. Los aplausos fueron atronadores en el salón aquella noche inolvidable de la Flor de Lys. Confieso haber intentado no pocas veces, sin éxito, repetir la gracia en la intimidad de mi alcoba, cuando todo sube y nada cae. 


En cuanto al Herodes de Salomé... sin duda alguna  hubiese hecho rodar mil cabezas por ella.

Por Marie.


“ tête à tête “ con Nelson Villagra Garrido para La Revista CineCubano

Nelson Villagra Garrido  ( El Conde ) en  La Última Cena,  de Tomás Gutiérrez-Alea Tomás Gutiérrez-Alea  Nelson Villagra Garrido es chillane...