Anne Magill |
En el puente sobre la Rivière des Outaouais paseando por las barandillas,
algunas gaviotas han posado para mi con paciencia sospechando la sesión de fotografía que se les avecinaba. Me conocen.
En el agua plateada del lago se mezclaban los colores de las nubes y los árboles; siluetas danzantes, siempre danzantes.
Cuando no hay más remedio que viajar a Montreal, antes de salir, tenemos ganas volver a casa.
La vida por estos lares es tranquila. Somos de hablar pausado parecido al suave murmullo de los juncos mecidos por la corriente del St. Laurent.
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