Carl Vilhem Holsoe, Lady playing the piano |
Tengo a
bien escribiros este mensaje.
Es
tal el abandono de mi pobre alma, Monsieur de MontMorency, que seguir penando
no quiero.
Si
enamorarme no pretendisteis pues teníais esposa para qué vuestro
asedio, vuestras cartas lacradas,
porqué revivir esa pasión que no consume ningún fuego; como si fuese
ayer .
El
eco de vuestro nombre retumba en torreones y estancias.
Sin tregua mi desvelo espera siempre vuestra llegada, el furtivo encuentro.
Sin tregua mi desvelo espera siempre vuestra llegada, el furtivo encuentro.
Dicen
que las riendas de vuestro corcel son cadenas de plata que llevan inscritos en cada eslabón el nombre de
una doncella.
Me sonreísteis aquella primera
vez entre las velas; cuando empezó todo.
Siento dentro vuestra
voz pausada, escucho el clamoroso silencio, siento vuestros dedos en las flores que adornaban mis trenzas recogidas en la nuca.
Solo
vos resplandecíais entre los comensales del gran salón.
Solo vos, mirándome. Con una cinta seda acaricié nerviosa mis labios.
Solo vos, mirándome. Con una cinta seda acaricié nerviosa mis labios.
No
sabía qué hacer con las manos.
El corazón latía sigiloso por miedo a que se notara su desasosiego.
El corazón latía sigiloso por miedo a que se notara su desasosiego.
Mis
padres, vuestros anfitriones, llegada la hora se retiraron a sus aposentos.
En el mío esperábais vos.
Aquella
noche, hace ya tanto tiempo.
Poco podría importar que fuera la única del resto de mi vida.
Casandra de Clarenbaum