martes, 12 de septiembre de 2023

Dímelo al oído tan solo a mí


 





Ballets de St. Petersburgo





El viento sacude las ramas de arce cerca de las ventanas que perturban el dormir profundo.

Por la ventana semi abierta entra el silencio.

Las imágenes se superponen confusas otras veces claras. El río San Lorenzo arrastra en sus aguas caudalosas hacia la mar los estragos de una borrasca . 

Montreal descubre poco a poco su belleza única de diosa otoñal.

Hojas de mil colores nunca iguales a ningún ayer, bailaran en el aire hasta caer rendidas esperando la protección de la nieve que alimenta la tierra. 
Rosamunda cierra los ojos y se duermo otra vez. Sueña. 

Una niña recién nacida flota en la pleamar del anochecer. 

No hay nadie, únicamente ella y la inmensidad. Ella y el agua. 

Vive en el colegio con las monjas. Desprotegida. 

Algo malo habrá hecho para merecer el castigo. Sin duda algo malo. 


El padre de Rosamunda adoraba a su única hija, sin embargo no la defendió ni dijo nada cuando llegó la hora de sacarla de casa para llevarla muy lejos. Al internado.  Evitaba mirarla. Tuvieron que arrastrarla  escaleras abajo. Se  había agarrado a la barandilla  tan fuerte que sus  dedos enrojecidos  no pudieron resistir  la ira de la madre forcejeando con ella. Suelta de una vez, repetía  frenética, suelta. Obedece. Vete. Fuera decía. Sé dócil y deja el drama. Rosamunda  recuerda todo aún. Quisiera haber olvidado. 

La luz ténue entraba  por las vidrieras de la escalera,  su ansiedad cuando la  madre cerró la puerta. Su mirada acerada. El miedo. El dolor. El abandono. Después el silencio sin resonancia. Entre Pedro Toribio el chófer y su padre la bajaron  hecha un mar de lágrimas y en brazos  al coche envuelta en una manta escocesa de lana roja beige y verde oscuro con ribete de cuero marrón, recuerda. Se acurrucó en el asiento de atrás.  Era una mañana muy fría de Enero. La niebla espesa  pegada al suelo  obligaba a circular despacio por la carretera sin fin de la llanura castellana  adornada de  cipreses. 

Rosamunda miraba con ojos perdidos a su padre que no sabiendo cómo protegerla tarareaba una vieja canción,

"... dímelo al oído tan solo a mí, que nadie te ha querido como yo a ti ".



“ tête à tête “ con Nelson Villagra Garrido para La Revista CineCubano

Nelson Villagra Garrido  ( El Conde ) en  La Última Cena,  de Tomás Gutiérrez-Alea Tomás Gutiérrez-Alea  Nelson Villagra Garrido es chillane...