viernes, 17 de febrero de 2017

Los ladrones de estrellas y La terraza del vals

Camille Claudel,  La Valse



Hace unos días tenía la mar al alcance de la mano. 
Desde las peñas de Errandosolo hasta  mi cuarto subía a oleadas la fragancia del salitre que impide el olvido. 
Ahora todo está a la distancia debida. 
Lejos la espuma alborozada de las olas, lejos el reflejo de la luna en el agua, lejos el barco corsario de cristal azul surcando  el cielo entre  Izaro y Ogoño con sus fantásticos piratas abordo robando estrellas, cargado de luz,  en la inmensidad de la noche.

Lejos están ya las lamias sentadas entre las tejas velando el sueño de los inocentes. 
Lejos el susurro de las mareas. 
Lejos ya  el tiempo esperado que pasa y se desvanece.
Lejos el abrazo anhelado de los encuentros, la sonrisa sin aspaviento, la emoción sin recelos.

Oigo suaves  pisadas en la hierba poco antes del alba, puertas que se abren y se cierran cautelosamente, la subida en puntillas por  las escaleras hasta el nido de las gaviotas.

Renace el  vaivén del columpio de flores cuando la noche es más oscura,  la emoción de un beso que inesperados, la sonrisa espontánea,  la risa contagiosa,  la profundidad de las penas , el canto de las gaviotas.

Adivino en la oscuridad una boina que revolotea por encima de la barandilla, que se detiene un segundo y luego desaparece otra vez  al llegar el  aura. 
Otra sombra se sienta en la silla roja de rejilla  que siempre está debajo de la vidriera de la entrada y lleva escrito mi nombre,  Bego-oña.
Contemplo  desde el columpio oxidado por el tiempo y las borrascas,  mi vida.

Empiezo  a balancearme al compás de la música que inunda la terraza como entonces. 
No pude en aquel momento disimular los latidos sin miramientos de mi corazón agitado cubierto apenas por un vaporoso vestido rojo que flotaba al danzar.


Era una plácida tarde de verano anocheciendo en Izaro. 
Había gran fiesta en la terraza, celebrando mis quince años  recién cumplidos,  cuando  me encontré en brazos del héroe de mis sueños.   
Me invitó a bailar un vals. Despacio volé a su encuentro.  Me tomó por  la cintura como si abrazara un haz de espigas estremecidas por el vendaval . 

Asomando por  Laga,  presumiendo  hermosa en el Urdaibai hasta Gernika,  brillaba la luna.
Se detuvieron las horas y  el qué dirán.  
Vendría de todas maneras el consabido interrogatorio de padres y confesores. 
Vendrían los cotilleos, pero no importaba. 
En el confesionario Don José Martín, el párroco, preguntaría si había bailado a  prudente distancia. 
Si había tenido pensamientos impuros, sentido deseos pecaminosos, si había consentido en ellos. 
Me reprocharía la familia  haber estado después  toda la tarde  con  un hombre mayor que yo. 
Dirían que era un seductor.
Ume lapur!  sentenció  mi querido padre en euskera.  
Ume lapur, repitió cariñosamente.

Al día siguiente apareció en casa como por arte de birlibirloque  mi Director Espiritual, amigo íntimo de la familia. Querrían digo yo,  los padres,  asegurarse de que seguía en gracia de Dios después de haber bailado tanto y tan  cerca,  Sobre las olas
Concluyeron que todo había sido una simple  turbación pasajera. 
No se les ocurrió imaginar,  claro no,  que la pulsión  de aquel vals podría  convertirse en deseo latente más allá de lo prohibido.


Entre los dos párrafos  queda el tiempo que pasa.  El tiempo transcurrido.  La vida.



Ahora pienso cuánto de lo escrito fue verdad  o  mera fabulación del primer amor .

A veces sueños  e imaginación  confunden  la realidad.

Llego al final de la hoja y Joan Báez canta Careless Love con Bob Dylan.

Han crecido mucho los arces  al fondo del jardín. 

La buganvilla que vive en la cocina de casa se ha llenado de flores rosas. 

 Todo se ha convertido en recuerdo.

“ tête à tête “ con Nelson Villagra Garrido para La Revista CineCubano

Nelson Villagra Garrido  ( El Conde ) en  La Última Cena,  de Tomás Gutiérrez-Alea Tomás Gutiérrez-Alea  Nelson Villagra Garrido es chillane...