Hojas de bohemia |
Me acabo de
acordar de que el 11 de Junio de 1969, es decir hace un montón de
años, llegué a estos lares que me quisieron, a quienes quiero con amor
profundo.
Aparecí creyendo que los
Mohawk corrían a caballo todavía por las praderas que mi casa aquí sería como
cantaba Connie Francis: “ una casita chiquitita en Canadá, con un
estanque y flores…”
La realidad fue muy diferente, ni estanque ni flores. Hacía un calor espantoso, creí morir del sofocón
nada más aterrizar.
Para el viaje me vestí a
gusto de mi madre de Bilbaina vertical y cosmopolita, estilo invierno;
traje de chaqueta de tweed, botas y gabardina.
Me fui quitando ropa en el
aeropuerto de Dorval, que ahora se llama Pierre Elliot Trudeau, hasta que prácticamente me convertí en Eva al desnudo.
La estadía aquí iba a ser por poco
tiempo en principio; dos años máximo.
Mi primer marido, cirujano del
corazón, vino a especializarse con Pierre Grondin en el Instituto de
Cardiología de Montreal. Por eso estoy aquí.
Mejor dicho por eso vine.
Pierre Grondin era junto con
Christian Barnard el único cirujano que hacía transplantes.
Cuento corto de historia larga,
después no le dejaron marchar.
Ha hecho de su profesión un Arte.
En Montreal han nacido mis tres
hijos y cuatro nietos. La quinta nieta es Británica.
Y aquí sigo con cero ganas de
marchar a ningún sitio que no fuera Escocia, Gales.
Cornwall donde nos esperara Merlin.
¿Existirá Camelot?
Cornwall donde nos esperara Merlin.
¿Existirá Camelot?
Y por supuesto iría a Brighton ayer
mejor que mañana.
Como iba contando, en aquel tiempo,
al principio ejercí de esposa, madre y anfitriona pluscuamperfecta; me felicitaba mucho la familia, oh dios .
Conocí personajes de toda índole. Mi vida social agitada sería herencia de mis padres supongo .
Mi casa era una Embajada a
veces, un Consulado otras. Doy fe.
Era de verdad Naciones Unidas.
Tenía sus inconvenientes pero me
encantaba la bohemia y hacer de las noches días.
Siempre había alguien interesante en casa. No me cansaba nunca.
Siempre había alguien interesante en casa. No me cansaba nunca.
Mis hijos lo pasaban
genial. Todavía se acuerdan. Nunca les dije, no rompas, no estés,
o pórtate bien. Nunca. Cuando Lourdes y yo les metíamos a la cama,
bajábamos con los demás para jugar al Mús, al ajedrez, al poker. A
lo que fuera con tal de quemar la vela por los extremos.
Fumaba, tomaba champagne no diré
como quien bebe agua, pero casi; mi padre traía de Bilbao, especialmente
para mí cajas y cajas de Royal Carlton. Y venía verme por los menos dos veces
al mes durante más de veinte años. Hasta que murió.
Era encantador; una persona muy
especial.
A lo que iba.
Recuerdo que uno de los ilustres
personajes que habitaron mi casa con frecuencia, un hombre simpatiquísimo por
cierto, mundano, gracioso, apareció acompañado de su esposa y una doncella.
Temprano por la mañana les llevaba a los tres a misa y a
comulgar.
A la tarde le gustaba que le acompañara a ver películas porno. No olvidaré El Bolero de Ravel, rue Ste. Catherine. En la pantalla todo pasaba en sombra detrás de una sábana que iba cambiando de color. Aquel Bolero largo de por sí, fue interminable.
A la tarde le gustaba que le acompañara a ver películas porno. No olvidaré El Bolero de Ravel, rue Ste. Catherine. En la pantalla todo pasaba en sombra detrás de una sábana que iba cambiando de color. Aquel Bolero largo de por sí, fue interminable.
Me dormí. Abrasaba la tarde.
Hoy igual que entonces hemos llegado a treinta y ocho grados centígrados.
Es el único parecido.
Mis hijos son padres. La tribu es
grande y bonita. Llega hasta Inglaterra. Mundaka. Chile. New York.
Estoy dichosamente casada hace 30
años con Nelson Villagra,
Y yo al fin sé que puedo ser imperfecta.
Begoña, sin más.
Begoña, sin más.
Ahora muchos años más tarde del 11
de Junio de 1969, lo recuerdo como si estuviera viendo una película
protagonizada por actores desconocidos.
El silencio de la nieve limpia
el alma.
Los colores sin fin del Otoño
Mohawk se apoderan del sentimiento.
Quoi d´autre?
Oui ! Québec je me
souviens!