Una noche sin darse cuenta perdió la sonrisa por dentro, vaciándola. Corrió al espejo simulando muecas alegres ensayando gestos olvidados. Si alguien la hubiese visto creería que buscaba recordar la memoria perdida. Quiso llorar a carcajadas, al menos.
No era su voz eran gritos sin eco sin fin. Un terrible largo lamento. Palabras sueltas, deshilvanadas, rotas, solo eso, rotas. El atraganto. Atragantos. Atragantada.
Nada, nada, un temor de medianoche delante del espejo. Solo eso. Efímero delante del espejo.
Sepultado quedaría entre paredes de piedra el hedor de un lacerante dolor.
Nunca más se repetirían aquellos pasos acelerados del ladrón de sonrisas saltando de dos en dos las escaleras hasta llegar a la puerta y abrir y cerrar y abrir y cerrar. Abrirla y cerrarla. Descontrolarse. Irse. Salir. No volver. Recuerda así aquella noche de Noviembre sombrío buscando la luz. Ella.