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El viento sacude las ramas de arce cerca de la ventanas y me ha sacado del dormir profundoo.
El río San Lorenzo arrastra en sus aguas caudalosas hacia la mar los estragos de una borrasca . Montreal descubre poco a poco su belleza única de diosa otoñal.
Las hojas de mil colores nunca iguales a ningún ayer bailaran en el aire hasta caer rendidas esperando la protección de la nieve que alimenta la tierra.
Por la ventana semi abierta entra el silencio. Cierro los ojos y me duermo otra vez. Sueño.
Las imágenes se superponen confusas, otras veces claras.
Son las de una niña recién nacida que está flotando en una playa al anochecer.
Por la ventana semi abierta entra el silencio. Cierro los ojos y me duermo otra vez. Sueño.
Las imágenes se superponen confusas, otras veces claras.
Son las de una niña recién nacida que está flotando en una playa al anochecer.
No hay nadie, únicamente ella y la inmensidad. Ella y el agua. Vive en el colegio con las monjas .
"Algo malo habrá hecho esa niña de apenas seis años para que la lleven a un internado siendo tan pequeña y tan frágil. Algo malo", murmuraban.
Tuvieron que arrastrarla por las escaleras para llevarla al internado.
Se agarró a la barandilla hasta que sus dedos enrojecidos no pudieron resistir la ira de la madre forcejando con ella.
Se agarró a la barandilla hasta que sus dedos enrojecidos no pudieron resistir la ira de la madre forcejando con ella.
"Suelta de una vez - repetía frenética - las monjas te enseñarán a ser dócil .
Vete antes de que pierda la paciencia. No te quiero ver. Deja de hacer teatro.
¡ Vete !".
¡ Vete !".
Entre el chófer y su padre la bajaron en brazos al coche envuelta en una manta escocesa de lana roja, beige, verde oscuro, con ribete de cuero marrón, recuerda que así era.
Acurrucada en el asiento de atrás quedó agotada y muda.
Era una mañana muy fría de invierno. La niebla espesa pegada al suelo suelo obligaba a circular despacio por la carretera sin fin de la llanura castellana adornada de cipresesfantasmagóricos.
Acurrucada en el asiento de atrás quedó agotada y muda.
Era una mañana muy fría de invierno. La niebla espesa pegada al suelo suelo obligaba a circular despacio por la carretera sin fin de la llanura castellana adornada de cipresesfantasmagóricos.
Rosamunda fingía dormir. Su padre musitaba una canción mirando sin ver a través de la ventanilla.
Es la única vez en la vida que le oyó cantar.