Uno de los oficiales que se sobrevivieron al naufragio amigo de la familia, fue a casa a contar cómo fue la tragedia y la última vez que vio al tio Miguel.
Dijo que el vapor Fernando L de Ibarra no era ya capaz de resistir un temporal de tan salvaje magnitud en pleno Atlántico enfurecido, desafiando los acantilados de Peniche, Portugal, donde olas horrendas de más de veinte metros se estrellaban contra el barco e impedían cualquier tipo de socorro. Hasta que la fuerza de la tempestad partió el buque por la mitad y tardó tres días en tragarlo, llevarlo al fondo de la mar.
Contaba mi madre que Gabiola Zubizarreta vio por última vez al Capitán Miguel de Emaldi en el Puente del barco, perfectamente sereno con el rosario en las manos, rezando, ordenándole que saltara al agua, que se salvara.
Si lo que contó fue verdad o mentira piadosa no lo sabremos nunca.
Algunos que lograron llegar nadando hasta la playa murieron del esfuerzo en la orilla.
Los supervivientes, dìas más tarde, tomaron el tren para ir a La Coruña a los funerales de los compañeros desaparecidos en el temporal.
El tren descarriló y fallecieron dos de los tres que iban.
No sé si el destino existe. No sé ni lo quiero pensar en este momento.
Hasta aquí la trágica historia del Capitán Emaldi y de su tripulación, contada por quién la vivió en primera persona, y por mi madre.