de, Hugo Joseph von Habermann |
Después de profundas abismales reflexiones, de mesarse los blancos cabellos y azotarse las pecaminosas carnes con ramas tiernas de abedul nórdico. Despues de poner garbanzos a guisa de cilicios en zapatos con tacón vertiginoso y caminar así, sin mirar atrás, sin mirar a nadie. Tambaleante. Solo avanzar evitando a toda costa verdades alternativas. Después de haber hecho veinte largos en las tranquilas aguas de la Rivière des Outaouais para calmar su espíritu. Después de haber vencido el miedo cerval de enfrentar el espejo en duelo despiadado contra el tiempo. Después de luchar a brazo partido contra sí misma, contra los imponderables. Contra logros y vergüenzas. Después de todo eso, sublevada e inmersa en el caos de la época sube al palco imaginario que protege, la protege un poco, solo un poco de la realidad ineludible donde palpita la zozobra, en el alma de todos los miedos hasta que mañana sea otro dia. O el alma otra historia.