de Vogue |
Estaré esperando a la salida del teatro, dijo, en un Austin verde oscuro, no te detengas pero no corras, sospechan. Volé a su encuentro. Sólo yo nadie más sabía por qué.
Tantas veces deseado. Él no. Él no. Impensable. Peligroso.
Se había decretado Estado de Sitio en aquellos lares.
Me abrazaría como previsto, simulando amor apasionado.
Era lo único que importaba. Jugar a ser convincente. No titubear. No dudar. Sentir. Cumplimos a rajatabla como si la vida se nos fuera en la verdad de un beso interminable.
Después, galante, me abrió la puerta y en el asiento, a su lado, había un ramillete de Brezo.
Su aroma.