viernes, 17 de mayo de 2024

Tobogán


Nelson Villagra Garrido





Nelson, esta fotografía la encontré en la librería Rivano calle San Diego cuando recorría de la mañana a la noche las calles de Santiago recién llegados a Chile en 1997. Tú dabas clases de Cine en la escuela de Carlos Flores. Alejandro Goic presentaba La Mirada Oscura de Jorge Díaz con Nelson Villagra y Mateo Iribarren. Yo empezaba con Jaime los ensayos de Rockaby de Beckett y la traducción de L`Amante Anglaise de Marguerite Duras.
Recuerdo ahora el color de los días entonces. Vuelve el estado de alma, la sensación de haber resbalado por un tobogán gigantesco imparable hasta el fin del mundo.
Mis pagos fueron las bibliotecas, las librerías, los teatros, los cines. La pescadería del Mercado Central rebosante de exquisitos mariscos desconocidos hasta entonces. Los Picorocos, placer de dioses, a medio camino entre el percebe y la ostra. Gigantescos mojojones llamados en Chile choro-zapato hacia nuestras delicias. Caminaba horas de horas. Sola. Prefería. Recorría los puentes del Mapocho el barrio Bellavista, la Alameda, Agustinas. En la calle San Diego encontré una tienda de instrumentos musicales. Allí compré para celebrar tu aniversario una guitarra de concierto. Guitarra que robó un taxista canalla volviendo de la sala de ensayo. Me asaltó navaja en mano frente a la Embajada de Francia, a dos pasos de mi casa en Terranova. Se llevó todo,
vestuario, libretos,máscaras. Salvé el tipo por carambola. La matrícula del coche era falsa. El chófer bestial. La navaja afilada. Habías bajado del taxi minutos antes para dar una entrevista ¿recuerdas?
Siempre me ha gustado visitar catedrales, museos, templos vacíos. Las iglesias de Santiago son muy bonitas. Visité casi todas. Bella y austera la de San Francisco. Familiar la de San Ignacio. En la iglesia de Santo Domingo siempre había alguien encendiendo velas y rezando. Olía a incienso. Pocas veces en la vida he rezado tanto.
Sentada en el último banco solía pasar lmucho tiempo . Me abstraía. Buscaba sosiego. Fuera, en la calle, me agobiaba el aire denso el cielo sin nubes de Santiago. Reverbera todavía el murmullo incesante de la ciudad, un rugido sumergido.
Imposible el olvido de aquel niño de apenas cuatro años, frente al Teatro de la Ópera vestido de harapos, descalzo pidiendo limosna con la mano diminuta extendida y los ojos llorosos bajo un sol ardiente. Creí morir. Creí morir. No estaba acostumbrada. Han pasado muchos años desde aquella mirada que recordaré hasta el final de mi vida. Le dí llena de vergüenza lo que tenía que no era mucho. Que era nada. Miseria. Vi a mis hijos en aquella criatura que quise proteger llevarle conmigo y darle un hogar , ternura, amor, protegerle de miserables pesos.
Sentada contra la pared estaba una mujer, su madre y tenía otro bebé en brazos. Recuerdo aquel sol de castigo, la miseria, los transeuntes que pasaban sin indiferentes ajenos a todo. Dios cómo no buscàndote.
Todos los días hacia las tres de la tarde solía encontrarme con Jaime en la sala de ensayo o en su despacho. Tú me esperabas al final del día en nuestra acogedora fortaleza de la calle Terranova casi en la copa de los árboles. Un tiempo suspendido en el tiempo, intensa incomparable vida artística, enorme satisfacción profesional, amadas ausencias esperándonos en el norte norte.
Tu y yo espalda con espalda, en el ambiente de aquel entonces mezquino y poco o nada acogedor.
¿ Recuerdas Nelson?

Esto y mucho más vuelve al sentimiento al contemplar, bienamado, tu rostro.

“ tête à tête “ con Nelson Villagra Garrido para La Revista CineCubano

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