la fotografía es mía |
Cada vez que juego al ajedrez, veo a mi padre jugando, y cuando escribo le veo cargando de tinta azul marino su amada pluma, secante en mano, lleno de papeles y cuadernos. Sonreía, vivía en otra dimensión, de distinta manera, para sí mismo, como quien alcanza un estado de gracia. Era una gozada verle.
—Las horas pasan sin sentir, me falta tiempo, — decía.
El tablero y la pluma fueron sus verdaderas posesiones. .
Le vi regalar cosas y casas como si de bagatelas se tratara.
Era así. Soy testigo y cómplice de incontables momentos y aventuras imposibles en apariencia no obstante verdaderas.
Un día poco antes de morir le pregunté qué le apetecía, qué deseo quisiera ver cumplido.
— Ya que preguntas, hija, tráeme el ajedrez y la pluma que están en mi despacho, la boina azul que he dejado en el paragüero de la entrada, y una sopa de ajo hecha por mi novia, Mirentxu Aguirre Lámbarri, y mañana, tipi tapa, tempranito me vienes a buscar y sin decir nada a nadie nos vamos por Sollube tu y yo a Mundaka. Se enfadarán primero pero se les pasará después. Tengo ilusión de seguir escribiendo las Memorias mirando la mar desde el nido de las gaviotas, encenderemos la chimenea. Únicamente le he dicho a Peli
( Araluce , su gran amigo ) y está de acuerdo con nosotros.
Al día siguiente llegué con todo listo para llevar a mi padre a su casa de Itxas-Begira.
Qué ilusión y esperanza teníamos. Otra aventura más que contar y reírnos después.
Escapar del hospital sin permiso en plan clandestino. Desobedecer lo necesario.
Casi lo conseguimos.
Lo que sigue es mejor que permanezca entre pecho espalda a la altura del corazón .
Sin nombrarlo.
Volviendo a la escritura y al ajedrez
—Father, tenías razón, las horas entre letras pasan en un suspiro, el tiempo se detiene, la sonrisa aparece porque sí, y la muerte parece no existir.
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Esta noche B desde el palco.
La foto es mia