lunes, 20 de febrero de 2017

Dedicatoria

Paul Delaroche




Entre el montón de fotografiáis que estoy ordenando y borrando o rompiendo y quemando aparece una con dedicatoria y letra de Miren Aguirre, como si fuera yo: ... a mi buena "tia"  Teresa, queriéndola mucho.
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La buena tía Teresa, fue el enemigo acérrimo, la persona más mala y terrible que tuve en mi infancia .
Está muerta y hasta hoy no he querido recordarla.
No soy proclive a ensalzar a los muertos que por morir haya que glorificarles; eso es una virtud propia de almas insignes que buscan la perfección.
Yo no. 
A veces me conforms La ley de Talión.
Puedo ser pendenciera. Tengo la memoria larga.
Hay bofetadas metafóricas y de las otras que ni perdono ni olvido.
Se me atragantan las injusticias.
Quisiera sentarme para ver pasar el cadaver de mi enemigo por delante.

Si Dios existe, Él sabrá qué hacer conmigo cuando nos veamos las caras. De momento no hay prisa por mi parte para saldar deudas ; antes tengo que escribir y contar, vaciar el tintero. Limpiar la memoria con garlopa.
Contar. Responder a la nausea .
Vomitar.
Como esta mañana de nieve fastuosa cuando las ardillas, una especialmente maciza, se pasean saltando por las ramas desnudas de las lilas que adornan la ventana de mi escritorio. 
Así ha rebotado mi sentimiento a un pasado lejano al ver la dedicatoria en la fotografía.

Se llamaba Teresa E. 
Salmantina. 
Decían que era summa cum laude en Derecho Canónico además de monja secular. Vivía con su hermana Magdalena que estaba tullida
y postrada. Se movía en las altas esferas de la ciudad. 

A través de amigos comunes, si mal no recuerdo del P. Álvaro Garralda, jesuita, se encontró con mis padres y empezó a frecuentarlos hasta terminar siendo invitada asidua de mi madre; a propósito de todo y de nada. Se ponía en trance cuando estaba con ella. Era como la araña de los rincones.

A Ignacio Zabala, como le llamaban a mi padre en Castilla, le daba igual con tal de tener contenta  a su santa esposa. Era trabajador infatigable y jugador de ajedrez empedernido fuera y dentro de su despacho. 
Sus amigos y contrincantes favoritos eran Alberto Íñiguez de Onzoño , Juan María Gandarias, Miguel de Unamuno ( hijo) , Patxi Altuna, y Rurik de Kotzebue, un conde ruso que escapando de la U.R.S.S. apareció por la Universidad y en la vida de mi familia.

La casa nuestra en Pozo Hilera 1, estaba hecha de piedra de Salamanca y era preciosa. Una pasarela constante de personajes poco comunes de diferentes colores de toda índole y turbulencias.

Aquí paro porque noto que me estoy pasando de historia.

Bien.  Decía que “la buena tía Teresa” se había convertido en la sombra de mi madre.

T, la llamaré T, cuando me resista nombrar a un personaje tan melifluo con un nombre tan hermoso. 
Era una mujer corpulenta que tendría unos cuarenta y cinco años cuando tomé conciencia de que existía. Padecía de obesidad glotona y las carnes se le desplazaban al andar como si tuvieran vida propia. 

Tenía el pelo canoso cortado sin miramientos a la altura de la oreja. 
Los ojos saltones y acuosos de color indefinido entre turbio y azul, sobre todo uno que le lloriqueaba constantemente. Entonces ella metía la mano en la faldriquera de su medio-vestido, medio hábito con un rosario enorme colgando a guisa de cinturón, y se limpiaba.

Pero lo que más me llamaba la atención era su boca siempre llena de saliva y la voz gangosa. 
Era muy fea. Una fealdad crónica.

El caso es que ella empezó a mangonear a mi madre, que es mucho decir, y por lo tanto a todos. 
Menos a mí que seguía interna en Zalla.

Hete aquí de repente que deciden llevarme mediopensionista al Colegio de Las Esclavas del Sagrado Corazón en Salamanca; y yo feliz.
Al fin iba a gozar del mismo privilegio de  mi hermano José Ignacio.
Así fue hasta que un día de Viernes Santo, preparándome para ir a los Oficios a La Clerecía se me ocurre quitarme los calcetines, igual que el resto de las amigas, haciéndonos las mayores, y mi madre lo había prohibido;
pero me vieron en la fila del Comulgatorio y ella. 
No pudiendo hacer nada ya en la iglesia me esperaron en casa.

Y pasó así.

MadreVen aquí.
Yo: Para qué.
Teresa: Haz lo que tu madre te ordena niña desobediente.
Yo: Tú no te metas , no eres mi madre.
Madre: Como si lo fuera. Ven aquí he dicho.

Fui y me dio un sopapo.

Madre: A ver si aprendes a no contestar. Eres una rebelde. Fuera de mi vista.
Yo: ( sorbiendo lágrimas, con el papo rojo), voy a mi cuarto…
Teresa: ¡ Sacrílega ! ¡Indecente!
Yo: ¡Por qué sacrílega, a ver, por qué sacrílega!
Madre: ¡Begoña que te calles…!
Yo: No me da la gana ¡Me está insultando y tú no me defiendes! 
¡Que venga mi padre! ¡ Se lo voy a decir a mi padre!

Mi padre no vino.

Teresa: "Miren querida, está niña merece un castigo ejemplar para que se acuerde. 
No puede estar en casa. Es una mala influencia.
Es una sacrílega. 
Ir a comulgar sin calcetines… a la casa del Señor… el día de Viernes Santo…sin confesarse primero… un escándalo Miren, un escándalo … no lo puedes dejar pasar por alto. 
Es un sacrilegio. 
Si quieres llamo yo misma a La Madre María Arrupe. Superiora de Las Esclavas, gran amiga mía para que vaya interna inmediatamente..

Dicho y hecho.

Ese día iba vestida con una falda escocesa muy bonita, azul marino, verde oscuro, rojo granate y un cuadro apenas visible de tenue amarillo viejo. Llevaba una blusa color hueso camisera, chaquetón azul marino y mocasines azul marino también. Coleta baja con un lazo, pendientes de perlas . 
A imagen y semejanza de una chica bien.

Como si fuera hoy, me estoy viendo.

Así fue cómo volví al internado al día siguiente estando a menos de 2 Km de casa. 
Pasé tres meses castigada sin visitas. 
Un día mi padre hizo caso omiso a todas las recomendaciones y apareció con un paquete grande de castañas asadas..
La Madre María Arrupe  dijo : Váyase tranquilo yo la cuidaré, nos entendemos muy bien Begoña y yo.

Fui feliz en el colegio de Salamanca, Paseo del Rollo, 19.

Pedro Arrupe, ( su hermano), era entonces el General de la Compañía de Jesús, sus detractores le llamaban el Papa Negro. 
Juan Pablo II le destituyó de su cargo. 
Puñetera envidia, digo yo. 

Así que al final de esta fotografía y de esta página sin filtro, dedicada a mi buena “tía “ Teresa “ solo queda la letra de Miren Aguirre. Su dedicatoria , que no la mía.

T era así de perversa, celosa e implacable.  Estaba enamorada de un amor imposible que era mi madre. 
Conmigo  fue  una perfecta anormal toda la vida.
Le gustaba levantarme las faldas cuando pasaba delante de ella. 
Y babeaba.

 No puedo decir que en paz descanse.





“ tête à tête “ con Nelson Villagra Garrido para La Revista CineCubano

Nelson Villagra Garrido  ( El Conde ) en  La Última Cena,  de Tomás Gutiérrez-Alea Tomás Gutiérrez-Alea  Nelson Villagra Garrido es chillane...