martes, 7 de febrero de 2017

El humo ciega tus ojos

Fotografía de Ingrid Bugge, se llama Ghost




La sala de espera era una sauna. Hacía mucho frío fuera. El calor asfixiante dentro. Nada en la Urgencia del famoso hospital funcionaba como en otro tiempo cuando la atención era inmediata. Había que armarse de paciencia y unos cuantos libros viendo pasar las horas.
A las once de la noche Antonieta seguía mirando a los que entraban y salían por el corredor repleto de camillas de hombres y mujeres haciendo tiempo, arrastrando el gotero, lamentándose. La Urgencia parecía la prolongación de su casa; era su refugio cuando se sentía sola. Al primer estornudo a la primera corazonada se plantaba allí. A pie tardaba cinco minutos en llegar. Entornó los párpados esperando que la llamasen. Dormitó a saltos, soñó entre paréntesis, hasta que la voz descompuesta de una mujer la sacó de su letargo. Una voz que preguntaba al aire quién había visto pasar a un hombre con sombrero de copa, vestido de frac con una flor en el ojal.
Antonieta se enderezó de un salto. No podía creerlo.
Frente a ella una mujer no tan joven vestida de novia envuelta en tules con un ramo de rosas rojas en la mano juraba en todos los idiomas y buscaba desesperadamente a su prometido secuestrado en el hospital, vociferaba. En el ir y venir frenético blandía una maleta, forrada de seda salvaje roja, como si fuera una espada. El velo que cubría su rostro flotaba por el corredor.
Al final quedaron camillas vacías y ellas dos mirándose.
¡ A qué viene usted a la urgencia ! preguntó de repente la novia.
Antonieta dijo lo primero que se le ocurrió: no me satisface la respiración ... no respiro a gusto.. no siento el aire ... a lo mejor me estoy muriendo y no lo sé... inspiro ... espiro ... inspiro ... espiro... Uf ... me agobia la ansiedad al decirlo... no me apetece dejar de respirar... eso es todo... (Pausa) ¿Ha visto la facha que trae usted? ni sé cómo la han dejado entrar así (
Otra pausa) ... No es por nada pero le diré que estamos en un hospital ... que nada de bodas ... ni baile de disfraces...
¡No pretendo molestar a nadie ! contestó la novia hecha una basilisco. He venido a buscar a mi prometido, para casarnos... está aquí... esperándome... ¿entiende? ... tengo que liberarle...
¿ entiende o no entiende? mujer torpe.
Pero qué está diciendo ... tiene usted una imaginación de la madre que la parió.
Antonieta volvió a cerrar los ojos pensando en el Davidoff que fumaría en casa con sabor a miel, el humo cegaría sus ojos y Montgomery Clift la invitaría a perderse en su mirada profundamente verde-grisácea, irresistible, apasionada ...
¡ Oh, Monty !
Cuénteme la verdad de una vez ...dijo Antonietta en calma, de mujer a mujer ¿qué hace usted, alma cándida, con esas pintas, aquí, a estas boras?
Entonces la novia blanca y radiante empezó a llorar, a llorar y llorar, y un torrente de lágrimas anegaron el velo y el traje de seda salvaje.
Le han hecho desaparecer... créame... lo sé ... lo sé ... este hospital no es lo que parece... repetía temblando .. no es. ... hay que escapar ... no me abandone... ¡Ayúdeme!
A duras penas Antonieta con tremendo esfuerzo la arrastró hasta al estacionamiento, sin capa sin abrigo, tal cual había llegado a la urgencia; como una aparición. La dejó apoyada tan solo unos instantes contra la pared de viejas piedras protegida por un tejadillo al socaire del viento helado y de la nieve mientras buscaba alguien que las ayudara.
Un taxi ... Dios mío un taxi ... alguien ... y cuando se dio la vuelta para consolar a la novia, decirle que no se preocupara que no llorase más, que no la abandonaría, que no tuviera miedo ... la mujer entre velos había desaparecido. En un charco de lágrimas heladas flotaba la maleta abierta y vacía. El viento agitaba en la oscuridad jirones de tul y de seda roja como brazos perdidos en la borrasca.

“ tête à tête “ con Nelson Villagra Garrido para La Revista CineCubano

Nelson Villagra Garrido  ( El Conde ) en  La Última Cena,  de Tomás Gutiérrez-Alea Tomás Gutiérrez-Alea  Nelson Villagra Garrido es chillane...