Hace tiempo cuando Nelson filmó Tierra del Fuego en el sur de Chile fui con él.
Vivimos tres meses en Punta Arenas. Es un recuerdo feliz. A veces iba a la filmación. Lo pasábamos literalmente de película en el carromato de actores. Conocí a la actriz italiana Ornella Mutti tan guapa o más a cara lavada que en el cine. Tenía una roulotte aparte que compartía con su maquillador-peluquero-confidente-paño de lágrimas-guardaespaldas, italiano. Antes de rodar le preguntaba si estaba bonita y él respondía entusiasmado
Oh! ... lo sei molto bella ... bella, bella... bellíssima ! Ornella entonces salía confiada al set.
Al principio en Punta Arenas me dediqué a vagar por calles, callejas, mercados, librerias, iglesias, múseo, recorría los diques contemplaba horas muertas las nubes las mareas, el color del Pacífico tan distinto al Atlántico que habita la retina y el sentimiento.
Me gustaba ver llegar los botes cargados de mariscos exquisitos y remotos, de mejillones grandes, enormes como katiuskas, (choros-zapatos dicen los chilenos). Los picorocos, crustáceo afrodisíaco entre ostra y percebe vive incrustado en las peñas, es delicia de delicias i(Austromegabalanus psittacus)
Punta Arenas es otro mundo
En Santiago el frenesí cotidiano, la contaminación ambiente en constante ebullición, agobia.Agota. Deprime. Molesta. Enferma . Vivir tres meses al sur del sur fue un regalo. Hice buenas migas con la dueña de los chalets que la coproducción de la película había contratado para los actores. Estaban situados en un promontorio con vistas magníficas al Estrecho de Magallanes.
Flor, así la llamaremos, se ocupaba del negocio inmobiliario del que eran propietarios ella y su marido. No tenían hijos. Nos caímos bien. Hablábamos horas largas que se hacían cortas.
Flor era una mujer graciosa y entretenida. Sabía de memoria los entretelones de Punta Arenas. Contaba aventuras pícaras que nacían de noche y morían al alba. Ventilaba trapillos, sigilos dormidos en el desván. Patricio, su marido, Pato decía ella, trabaja en Isla de Pascua y cada tres semanas regresaba a verla.
De no haber sido por Flor unca hubiera sospechado las mil caras de aquella placidez aparente ni vivido momentos de opereta con su amiga de toda una vida, la insuperable Ramona. Tenían un gato de angora celoso y presumido llamado Othelo que vigilaba encaramado en el ventanal del salón. Era el único miembro de la familia sin diminutivo.Una noche de vendaval Flor hizo empanadas de centolla para las dos, y qué delicia. Gula. Eso era gula. Comimos y bebimos a placer; en eso estábamos cuando apareció pálida como un espectro y calada hasta los huesos, Ramona.
¡Ramona! exclamó Flor.
¡Ramona! exclamé yo.
Enseguida vuelvo dijo tiritando. Subió rápida al segundo piso. Minutos más tarde reapareció envuelta en la bata de baño de Flor y una toalla a modo de turbante en la cabeza. Descalza y perfumada bajó las escaleras a lo Gloria Swanson.
Ramona era un poema. Se tumbó en el sillón encendió el sempiterno cigarrillo luego con los ojos entornados contó con lujo de detalles cómo se había metido en un lío mayúsculo, delirante, estúpido y pueril de bochornosas consecuencias seguramente. A lo tonto chicas... ha sido a lo tonto... en pleno dia ... después de almorzar... paseando por los diques, atraída por el vaivén de las olas desde las barandillas he visto que un hombre también miraba , me miraba con homérico fervor. Sonrió y le sonreí, por esas cosas de la vanidad.
Soy Juan Luis de la Fuente, dijo, dándome la mano, mucho gusto .
Y yo Ramona Sewell.
Sewell es un apellido inglés.
Claro. Chile es así, un país múltiple.
Estoy de paso por aquí, mañana regreso a Madrid, dijo.
Así hablando hablando como si nos conociéramos de siempre, pienso ahora, me invitó a comer. Dije que no que imposible que agradecía la invitación que ya había almorzado. A cambio en plan patriotero presumiendo de país propuse ir a dar una vuelta hasta la caleta donde el cielo cambiante está al alcance de la mano y se refleja en el Pacífico como en un espejo.
Encantado Ramona todo tuyo respondió, y nos reímos.
Flor y yo mientras esto contaba nuestra amiga bebíamos y bebíamos fumando sin parar.
Cuento corto, prosiguió ella, hicimos el camino en elocuente silencio su mano izquierda inquieta, sofocada yo. No había nadie en la playa aparcamos cerca de la orilla. Él dijo, me gustan tus labios pulposos sus manos entre mis piernas, su sonrisa. Maquiavelo. De caricia en caricia de beso en beso de suspiro en suspiro revoloteó la ropa. Así hora tras hora pasaron muchas horas, tantas que había anochecido cuando nos dimos cuenta de que la marea subiendo cubría ahora parte de las ruedas. Tratamos de salir pero imposible. El agua había llegado a media puerta. El motor renqueaba. Hemos salido a duras penas por la ventana medio nadando medio chapoteando hasta la playa. Ni alma. Faltaba poco para la pleamar. Nos miramos como perfectos extraños que éramos, como si del encuentro en alto voltaje sólo quedara la sensación de vacío ... nada más ... el vacío...
Después, cada uno por su lado, haciendo dedo hemos llegado a Punta Arenas. Supongo que Juan Luis, si ese fuera su verdadero nombre, habrá ido al hotel. Qué tarde tan larga, estoy agotada. Mañana será otro día.
Y Ramona se quedó dormida.
De noche, El Pacífico de plata en la caleta reflejaba la espuma de las olas que rompian salvajes contra la playa sepultando el coche por completo. Coche y pasiónes súbitas que arrastraron el agua y el vendaval.
En cuanto a mí, he dejado fuera de pentagrama, la nota desafinada de aquel viaje inolvidable a Punta Arenas.
Fue el Do de pecho a cargo de un actor nazi, feo con ganas y con la swastika estampada en el alma. Llegó de allende los mares en la mala hora. Tenía mirada fangosa. Al día siguiente comenzaba la filmación. Dadas las circunstancias me levanté de la mesa de juego preferí el silencio. Hoy también callaré su nombre.
Ornella, Ramona, Flor, cielos de Punta Arenas .... Centollas paradisíacas a media noche con Nelson, dejaron en mí burbujeantes vehemencias.